Me Comprometo
“El chismoso todo lo cuenta; la persona digna de confianza guarda el secreto” (Proverbios 11:13).
A mediados del siglo XVIII un grupo de metodistas, encabezados por John Wesley, acordaron firmar y colocar en un lugar visible el siguiente pacto:
“Los signatarios de este pacto nos comprometemos a:
1- No prestar atención ni andar averiguando nada de las malas acciones cometidas por los demás.
2- No creer inmediatamente, en caso de oír algo malo de otros.
3- Contactar, tan pronto como sea posible, al acusado para informarle de lo que hemos oído sobre él o ella.
4- No comentar lo que hemos oído con nadie que no sea la persona acusada”.
En realidad, este pacto es una manera muy elegante de decir: No seremos chismosos. ¿Te imaginas los problemas que evitaríamos si pusiéramos en práctica estos cuatro puntos? Lamentablemente, en muchas ocasiones la mayoría de nosotros hace exactamente lo contrario. Cuando te sientas tentado a transgredir uno de estos puntos, valdría la pena que te pongas por un instante en el lugar de la persona que está siendo objeto de las habladurías. ¿Te gustaría que la gente anduviera averiguando sobre tus pecados? ¿Desearías que creyéramos todo lo que se dice de ti? ¿Te gustaría que cuando hablen mal de ti nadie te lo diga? ¿Disfrutas de que la gente ande proclamando por todos lados tus faltas?
Aunque parezca de lo más entretenido, no podemos pasar por alto que hablar mal de los demás constituye un problema espiritual gravísimo. Una influyente escritora norteamericana dice que nosotros podemos negar al Salvador “por nuestras palabras, por conversaciones insensatas, bromas y burlas, por palabras ociosas o desprovistas de bondad” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 364). ¿Cuántas veces habremos negado al Señor por andar sacando a la luz las fallas de otros? Tomaremos una decisión muy inteligente si nos comprometemos con el pacto de nuestros hermanos metodistas y le pedimos a Dios que nos ayude a disciplinar nuestra lengua.
Te aseguro que siempre será más edificante y provechoso resaltar las virtudes de los demás que explayarnos en sus fallas. Ni siquiera Jesús, con toda la autoridad moral que le otorgó vivir sin pecado en un mundo perverso, dedicó un minuto de su tiempo a hablar de los pecados ocultos de nadie. Si él no lo hizo, yo, como discípulo suyo, tampoco lo haré.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“Visita mi Muro, 366 Mensajes que Inspiran”
Por: J. Vladimir Polanco
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