Consoladores molestos
Respondió Job, y dijo: Muchas veces he oído cosas como estas: Consoladores molestos sois todos vosotros. ¿Tendrán fin las palabras vacías?… También yo podría hablar como vosotros, si vuestra alma estuviera en lugar de la mía… Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor. Job 16:1-5.
¿Te ha tocado tener que consolar a alguien aquejado de algún dolor profundo, ante una pérdida irreparable? ¿No has sentido que te faltaban palabras porque, aunque conocías la teoría del evangelio y la belleza del mensaje cristiano, sabías que a la persona que tenías enfrente poco podían afectar las construcciones teóricas? En esos momentos, mandan los sentimientos: la angustia, la pena, el sufrimiento, la depresión. Tienes que dejar que la persona se desahogue, que se ponga en contacto con lo que siente y que pueda expresar libremente su dolor. Ahorra palabras. Manifiesta, más bien, tu apoyo emocional y tu simpatía.
Como lo hicieron los amigos de Job en una segunda etapa de su visita, hay personas que están más interesadas en “defender” a Dios, por los reproches que los hombres le hacen por causa del sufrimiento, que en llevar consuelo al sufriente. Entonces, acuden a generalizaciones, pensando que todas las personas son iguales y que deberían reaccionar de la misma forma frente al sufrimiento. Fallan en manifestar la generosidad, la abnegación y la empatía suficientes como para adentrarse en el dolor del que sufre, y poder compartir su carga de aflicción.
Por eso, hoy, cuando te encuentres con alguien que sufre, no trates de hacer teología con él. Acepta su enojo contra Dios, contra la vida, incluso contra ti, a quien tal vez quiera tomar como chivo expiatorio para manifestar su ira. Eso es parte del proceso del duelo. Comparte su dolor, en vez de combatirlo a él por causa de su pena. Dios lo comprende y acepta, y si tú mismo estás pasando ahora por una experiencia de sufrimiento que te hace sentir enojado contra Dios, debes saber que tu Padre celestial te comprende, se compadece de ti. Él te acompaña en cada etapa de este proceso de sobrevivir al sufrimiento y salir más fuerte de él. Solo ten paciencia contigo mismo, con otros… y con Dios.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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