Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:25-28.

El cristianismo verdadero, por naturaleza, es siempre contracultural, subversivo de los valores falsos y egoístas impuestos en este mundo por el pecado. Y a través de los siglos, el enemigo de Dios se las ha arreglado para desvirtuar el verdadero sentido del cristianismo, e históricamente este se ha visto enredado en cuestiones de poder, de dominio y aun de abuso sobre la sociedad circundante.

Hoy, también vemos que muchos cristianos están preocupados por el estatus, el confort, el prestigio, la apariencia, la “imagen” de éxito y de poder, y el ejercer dominio y control sobre las personas que les están subordinadas. Honramos a la gente con títulos, con poder económico, con cargos de autoridad política o dentro de nuestras iglesias, mientras que ignoramos a la gente humilde que, con esfuerzo y sacrificio, son verdaderos héroes morales, que luchan día tras día para ganar su sustento y brindar lo mejor que pueden a sus familias.

Para Jesús, la gente que más merece honra no es la que ostenta el éxito profesional o económico, sino aquellos que son más bondadosos de corazón, más humildes, más llenos de amor y de un espíritu desinteresado de servicio al necesitado.

Lo que importa no es la opinión de la gente soberbia y hueca de este mundo, sino de las personas sensatas, de fina sensibilidad moral, que están esperando que los cristianos vivan como su Maestro, y lo representen por medio de vidas humildes, sencillas, amorosas y abnegadas. No necesitamos ostentar mansiones ni autos último modelo, no es necesario vestir a la última moda ni gozar de los adelantos de la tecnología para honrar a Cristo. Lo que necesitamos es ser como Jesús, vivir como él vivió, amando y sirviendo al prójimo, sin buscar ningún honor para nosotros mismos. Esto es el verdadero cristianismo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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