Un Dios con el que puedes discutir
Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Jonás 4:9.
A tal punto llegó la frustración de Jonás por la decisión de Dios de perdonar al pueblo de Nínive, que le pide a Dios que le quite la vida, pues considera que la muerte le es mejor que la vida (Jon. 4:3). Y Dios, como un padre que trata de razonar con su inmaduro hijo pequeñito, le pregunta: “¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (vers. 4).
Luego de una serie de providencias divinas que han obrado milagrosamente en el mundo natural para proveerle a Jonás protección del sol abrasador mediante una calabacera, y luego quitársela, Jonás vuelve a enojarse, diciendo nuevamente que la muerte le sería preferible a la vida. Dios, nuevamente, intenta razonar con este hijo caprichoso: “¿Tanto te enojas por la calabacera?” La respuesta de Jonás suena al tipo de respuestas e incluye el tono que nuestros hijos en edad infantil suelen dar cuando están “empacados” en algún capricho irrazonable: “Mucho me enojo, hasta la muerte” (vers. 9).
¡Qué hermoso cuadro de la relación que tiene Dios con sus hijos terrenales! Dios no se ofende ni se siente herido en su amor propio por nuestros cuestionamientos, por nuestros enojos, por nuestros “caprichos” espirituales. Puede escucharte, recibirte, soportar tu encono sin alterarse, y hasta puede razonar tiernamente contigo, como lo hizo con Jonás, para hacerte ver lo irrazonable de tu posición. No necesitas reprimir tus sentimientos hacia Dios, sean estos positivos o negativos. Al fin y al cabo, él los conoce todos (Sal. 139:1-4). Así que, no necesitas fingir o disimular delante de él. Sé sincero, y dile exactamente lo que piensas y sientes. Permítete dialogar francamente con él, y también escucha su tierna voz que te habla por medio de su Palabra. Y nota de qué manera tan amorosa termina Dios su conversación con Jonás, en la que expresa su amor insondable por toda la humanidad, y no solo por su pueblo elegido:
“¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” (vers. 11). ¡Qué Dios maravilloso es el que adoramos!
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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